Pedro Sánchez, acompañado por Ángel Víctor Torres en su cuarta visita a La Palma
Los técnicos de Hacienda preparan todos los meses un informe de ejecución de los Presupuestos del Estado, para conocer de forma ordenada como el Gobierno se gasta los dineros de nuestros impuestos. Es un documento que permite conocer el cumplimiento de los objetivos y compromisos del Gobierno, y que sirve para hacerse una idea de la eficacia de la administración al gastar nuestro dinero.
El informe de ejecución presupuestaria de marzo de 2023, el último del que se dispone, es un tocho enorme, que alcanza la friolera de más de mil páginas de tablas estadísticas. Son muchas páginas y de muchas tablas pero ni en una sola de ellas se atisba el más mínimo cumplimiento hasta esa fecha de los compromisos adquiridos con las islas. Es cierto que lo corriente en matera de ejecución presupuestaria es que el dinero para inversiones o cumplimiento de acuerdos se mueva fundamentalmente en el segundo semestre. Esa suele ser la tónica tradicional en el manejo de fondos públicos.
Meter todo lo que se puede y a toda prisa en los últimos meses del año.
Pero en años electorales esa tendencia suele cambiar: es más frecuente meter un chute de inversiones en vena a las regiones y provincias, con dinero del Estado, antes de las citas electorales, sean del nivel que sean. Los Presupuestos Generales dan para mucho. Los de 2023 consignan 410 millones por el convenio de carreteras y por la deuda acumulada y que el Gobierno tiene que gastar en Canarias. Pero en esta ocasión, sorprendentemente, el Gobierno Sánchez no ha destinado ni un miserable euro a ni una sola obra en carretas, ni siquiera a las que –con presupuesto aparte del convenio-, ya estaban signadas presupuestariamente, como la carretera de acceso al Astrofísico en La Palma. Y tampoco se han gastado un sólo euro en mejora de infraestructuras, inversiones para la mejora del ciclo integral del agua, para potabilización y tratamiento de aguas de riego, para el transporte de residuos sólidos.
Ni en puertos, aeropuertos o a cualquier otra dotación comprometida en las islas.
Y no sólo en inversiones. Conceptos como la atención a menores inmigrantes con cincuenta millones o los 81 millones para sostener la gratuidad de las guaguas, los 30 millones de euros para el plan contra la pobreza… nada de nada. Supongo que no les preocupa demasiado cumplir con las expectativas que ellos mismos han creado.
O quizá esperan a ver cómo queda la cosa por aquí después de mayo.
O quieren repetir la hazaña de concentrarlo todo en el último empujón antes de la cita electoral de noviembre, que es la que realmente les preocupa.
Porque es en la que se lo juegan todo. Sánchez entregaría hasta la última de las autonomías a la derecha por seguir cuatro años más en Moncloa.
Pero se les ha escapado un detalle: la misma política de no gastar un euro la han aplicado con la isla de La Palma, donde la gente está bastante cabreada por el incumplimiento reiterado de las promesas del gobierno de allá y del de acá.
Es verdad que el Gobierno metió dinero para La Palma en los Presupuestos. Cien millones, seis de ellos destinados a resolver de una vez el problema de la vivienda en la isla, con familias que aún viven en hoteles, año y medio después de la erupción, que ya va siendo hora. Nada tampoco. Nada.
Después del persistente visiteo de ministros, secretarios de estado y directores generales al volcán, después del turismo volcánico y las estupendas imágenes por la tele con lava detrás, después de las garantías ofrecidas y defraudadas en este año y medio, llegar a las elecciones de mayo sin meter un duro en resolver los problemas de tantos palmeros que lo perdieron todo y se quedaron colgados de la brocha, parece una política bastante cínica.
Pase que no muevan las inversiones en obra pública en otros sitios. Pero la llegada del dinero prometido a La Palma es imprescindible para que los hijos de la isla puedan acercarse siquiera lentamente a la recuperación de una normalidad que aún parece inalcanzable y lejana. Los palmeros han dejado de creer en discursos y promesas. Y se va a notar en mayo y noviembre…
Yo creo que el Gobierno peca de un exceso de confianza en su propia credibilidad. O eso, o de verdad están decididos a ahorrar para poder repartir –si siguen en el machito más allá del final de este año esa herencia universal de 20.000 pavos per cápita con los que viceYolanda intenta excitar la imaginación de los jóvenes más crédulos.