No tiene la atracción de tierra prometida de California. Tampoco elglamour de Nueva York. Y mucho menos la capacidad turística de Florida. Pero desde los años 60 del siglo pasado, no hay un presidente de E.E.U.U. que haya llegado a la Casa Blanca sin imponerse a su rival en Ohio, un estado de 11 millones de habitantes que mezcla como ningún otro las áreas rurales y urbanas hasta ser considerado como el termómetro político de la nación. Fue John F. Kennedy el último en lograr la hazaña, en 1960. Antes de él, sólo lo habían conseguido Franklin D. Roosevelt(1944) y Grover Cleveland (1884 y 1892), el único presidente elegido para dos mandatos no consecutivos.
«As Ohio goes, so goes the nation». El refranero popular ya ha acuñado el carácter decisivo de este representante del conocido como cinturón del óxido del Medio Oeste americano, hasta el punto de que su perfecto funcionamiento como crisol de la sociedad norteamericana sea utilizado también como banco de pruebas por las empresas antes de sacar sus productos de consumo a la venta.
Sólo tres de los 45 presidentes de E.E.U.U. lo fueron sin ganar en Ohio. De ahí que aunque Florida, Pensilvania, Michigan o Arizona estén considerados este año como los Swing States en los que se jugará la Presidencia, ninguno de los dos candidatos dará la guerra por perdida mientras no haya caído formalmente derrotado en la batalla Ohio, donde se eligen 19 votos electorales. Diez menos que en la disputada Florida, pero históricamente más representativos de lo que E.E.U.U. piensa.
¿Y qué dicen las encuestas sobre Ohio? Pues que aunque está todo muy ajustado entre Donald Trump y Joe Biden, el republicano tiene el triunfo a tiro. El proyecto de simulación FiveThirtyEight otorga a la victoria a Trump en el 50,1% de los casos, frente al 49,9% de Biden. Victoria estrecha pero suficiente, ya que para hacerse con los 19 votos electorales de Ohio basta con alcanzar un solo sufragio más.
Además, el triunfo en Ohio puede ser indicativo de lo que suceda en el resto de los estados del cinturón del óxido (Wisconsin, Michigan y Pensilvania, donde en los años de la Segunda Guerra Mundial se concentró todo el esfuerzo industrial de la maquinaria bélica estadounidense), con 48 votos electorales en disputa. Y esto son ya palabras mayores, si se tiene en cuenta que Florida reparte 29.
Así que si Joe Biden quiere convertirse en el 46º presidente de E.E.U.U., y en el 15º vicepresidente en ocupar el Despacho Oval, deberá imponerse en Ohio o romper esa tradición de más de 50 años que condena a la derrota al candidato que no consiga vencer en esta tierra de pioneros primero, granjeros después y más tarde mano de obra de una rápida industrialización, hoy en declive, y que tiene entre sus hijos más ilustres al primer hombre que pisó la Luna, Neil Amstrong.
Hasta siete presidentes nacieron y se criaron en Ohio, ninguno en los siglos XX y XXI. Es, junto a Virginia, que alumbró ocho, el estado que más veces ha conseguido encarnar al inquilino de la Casa Blanca. En esta ocasión, ni Trump ni Biden llegaron al mundo en Ohio, el «Gran Río», según la lengua de los nativos americanos. Pero es allí donde se juegan la Presidencia.