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» Especial Cuba » El ascenso en la historia del valiente Capitán San Luis » Por Eduardo Palomares Calderón «

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Abr 29, 2022

Para aquilatar la dimensión heroica de Eliseo Reyes Rodríguez –Rolando, en la lucha en Bolivia, y antes el Capitán San Luis– bastaría el calificativo de «mejor hombre de la guerrilla», concedido tras su muerte, hace 55 años, por el Che Guevara, quien comandaba entonces a otros brillantes combatientes internacionalistas.

Al momento del desembarco del Granma conspiraba ya, junto a sus hermanos, en el Movimiento 26 de Julio contra la dictadura de Batista, y a los 17 años se integró al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, donde iniciaría su heroico ascenso en la historia patria.

Dicen que para entonces su rostro semejaba más el de un niño que el de un hábil soldado, pero su cumplimiento cabal de las más sencillas a las más complejas misiones, fue concediéndole la absoluta confianza de los jefes y el respeto de los compañeros de lucha, al punto de ser seleccionado para integrar la Columna 8 Ciro Redondo, que en la invasión hacia Las Villas comandaba el Che.

Su firmeza a lo largo de la dura marcha lo convierte, en esos cuatro meses y con apenas 18 años de edad, en el Capitán San Luis del Ejército Rebelde.

Terminada la guerra, desempeña importantes responsabilidades de mando en la Fortaleza de la Cabaña, en Sancti Spíritus, Las Villas, y en la jefatura de la Dirección de Inteligencia G-2 del Estado Mayor del Ejército Rebelde.

En los días de Playa Girón le corresponde el enfrentamiento de la actividad enemiga y la detención de cabecillas contrarrevolucionarios; y luego, en casi cuatro años al frente del naciente Ministerio del Interior, en la provincia de Pinar del Río, sobresale por la audacia en la frustración de infiltraciones y en  el enfrentamiento a organizaciones y   bandas contrarrevolucionarias.

Tan relevantes méritos lo llevan a integrar, el 3 de octubre de 1965, el primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba, momento en que Fidel da lectura a la carta de despedida dejada por el Che. En julio de 1966, su entrañable jefe lo elige entre el selecto grupo de 16 cubanos que lo acompañarán en la guerrilla en Bolivia.

En la tarde del 20 de noviembre tiene lugar en la nación sudamericana su llegada al campamento de Ñancahuazú, donde es recibido por el Che.

«Siento por una parte el dolor que me ocasiona la partida del lado de mis seres queridos –de tu lado, del de mis hijos (Maricela, Eliseo y René), del de mis padres–, pero me reconforta saber que lo hago para luchar contra el enemigo que separa a millones de personas de sus seres más queridos», confesaría, en carta enviada días después, a su esposa Nelia Barreras Hernández.

Conocedor a fondo de sus cualidades, el Che nombra al ahora Rolando, como comisario del grupo, y le asigna la fuerza Centro, que mantenía bajo su mando. En los 156 días en la guerrilla asumió, además, la responsabilidad de organizar la mayoría de las emboscadas, función en la cual, dentro de la ubicación de la tropa, solía ocupar la posición más riesgosa.

Así, aquel martes 25 de abril de 1967 (le faltaban solo dos días para cumplir 27 años), trata de colocar a los combatientes en los lugares más seguros de una emboscada en la finca El Mesón, situada entre Ticucha y el río Iquira, y con la valentía que lo caracterizó queda en una posición menos protegida frente a una ametralladora calibre 30,06 mm, de la cual todo indica que recibió el grave balazo en el fémur.

Como un «Día Negro» definiría el Che la fecha en su diario de campaña: «Hemos perdido el mejor hombre de la guerrilla y, naturalmente, uno de sus pilares, compañero mío desde que, siendo casi un niño, fue mensajero de la Columna 4, hasta la invasión y esta nueva aventura revolucionaria; de su muerte oscura solo cabe decir, para un hipotético futuro que pudiera cristalizar: “Tu cadáver pequeño de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma”».

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