Una patrulla de la Policía Nacional se llevó la mayor sorpresa de sus vidas. O quizás no tanto. Uno de los perros antidroga de la estación de Lugo no paraba de señalar insistentemente y de perseguir a un individuo. Al cachear al hombre, un inmigrante de origen sudamericano de 34 años, los agentes se dieron cuenta que seguía una curiosa dieta: le encontraron un bocadillo de queso, embutido y 300 gramos de cocaína.
El bocata estaba meticulosamente envuelto con papel film. De segundo plato, los agentes se toparon con 160 gramos de una sustancia de corte para adulterar el estupefaciente y un blister de pastillas. Y de postre, 16 gramos más de marihuana, también escondidos en la mochila. Un menú de alto voltaje que le pondría los pelos de punta al mismísimo Pablo Escobar.
Por surrealista que parezca, no se trataba de un hallazgo esporádico. Las casualidades no existen. Lo del bocadillo de queso seguramente sí por lo original de la jugada. Pero los agentes seguían la pista del hombre desde hacía más de un año, a raíz del arresto de varias personas en una operación contra el tráfico de drogas en Lugo.
El ahora detenido dejó el negocio que regentaba -una peluquería- y huyó a su país de origen, Colombia. Pero volvió, y allí lo estaban esperando para cazarlo.
Las autoridades adoptaron un dispositivo de vigilancia para pillar in-fraganti al joven investigado. Los agentes averiguaron que el hombre se marchaba a Barcelona a hacer una visita ‘cultural’ y esperaron su retorno a Lugo para hacer una redada.
Agentes de policía vestidos de paisano esperaron a que el individuo se bajara del autobús, para darle el alto y detenerlo.
Posteriormente, también se registró el centro de estética de su propiedad, donde se intervinieron cuatro blíster de pastillas, una pistola de aire comprimido y varios recortes de plástico para hacer envoltorios para la venta de droga. El detenido ha sido puesto a disposición judicial, acusado de un delito contra la salud pública y otro de tráfico de drogas.