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Dic 18, 2021

Un gol del argentino en el 88′ hiere de muerte las aspiraciones ligueras atléticas.

Felipe había empatado de cabeza el golazo inicial de Rakitic.

Llorente, lesionado.

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Al Madrid ya sólo le persigue el Sevilla. El Atleti ya no. Un Atleti que viajó a Nervión con la ambición de regresar al pasado, de recuperar su paso de campeón en el partido, el lugar adecuado, para irse como en tantos otros días de esta Liga: muerto en dos disparos. De pronto resulta tan fácil hacerle un gol, encontrarle una grieta. El de Ocampos, en el 88’, era el segundo del Sevilla a puerta en la noche. Rakitic botó el córner, Delaney cabeceó en plancha, al larguero.

El rechace lo rebañó Koundé para que el argentino, a bocajarro, lo enviara a la escuadra. 2-1. El Atleti muerto. Derrota a derrota. Por primera vez con el Cholo, son tres seguidas en Liga.

Y eso que compareció en el partido con perfil de campeón. Porque ahí, en Nervión, estaba Lemar, Koke, ahí Correa y Suárez, los delanteros de LaLiga. Y ahí estaba Trippier en el lateral, de vuelta, para que Llorente diera un paso adelante y se liberara del lateral. Pero, enseguida, el Sevilla le torció el gesto: estaba el partido aún en el tanteo cuando Rakitic, de un zapatazo, le reventaba la pizarra, y el perfil, a Simeone.

El croata recibió una pelota de Delaney más allá de la frontal y alzó los ojos hacia la escuadra de Oblak. Esperó a que Koke pasara ante él y, después, pateó. Le dio con el empeine, golpeó con el alma. Y la pelota voló, potente, precisa, como empujada por todo el Pizjuán, que estalló al ver cómo se estampaba en la red, Oblak vencido, sin nada que hacer. Derechazo, golazo. Tardaría mucho el Atleti en recuperarse del golpe. Porque puede intentarlo, salir con el perfil de campeón, pero rascas un poco y sabes: le falta Savic. Y, sin Savic, el Atleti no es que no defienda, es que hace jornadas de puertas abiertas hacia la portería de Oblak. Primer remate del rival y gol. Partido a partido. Tan frágil como una pompa de jabón, tan poco Atleti. Eso atrás. Delante tampoco era mucho mejor, aunque todos esos hombres que estaban fueran los nombres de LaLiga. No conectaban, no se encontraban, las líneas cortadas. El juego plano, horizontal, sin ganar un balón dividido, sin derramar una chispa de talento. Lopetegui imponía su ley sin necesidad de hacer demasiado. Control, balón y mucho Rakitic. Pero fue ahí, cuando nada pasaba, que el Atleti regresó al partido con aquello que lo había sacado: un gol por sorpresa.

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Fue después de que Lopetegui viera como Montiel alzaba el brazo, otra lesión para una enfermería ya llena: entraba Gudelj, Koundé al lateral derecho. Felipe metía la cabeza en un córner, elevándose como un coloso para rematar un centro-córner de Lemar y devolver la respiración a su equipo. Y como en las viejas fotos, a balón parado. Se igualaba el tablero. También en las bajas. Ahora era Simeone el que veía a uno de los suyos alzar el brazo: Marcos Llorente. En los labios se le pudo leer: “Roto”. De Paul, en frío, dentro. El Sevilla llegó al descanso como el Atleti de la primera media hora: desaparecido. El cambio de posición de Koundé lo había descompuesto.

Cuando comenzó la segunda parte, entre los hombres del Cholo caminaba João Félix y cambiaba el partido. Se sentaba Correa, cambiaba el sistema rojiblanco, 4-3-3, con Carrasco como extremo derecho y Lemar izquierdo. Lopetegui a los ocho minutos trató de enderezarlo con la entrada de Acuña y Rafa Mir y también otro sistema: cinco atrás, tres centrales. Rakitic estampó una pelota en el lateral de la red cuando buscaba la escuadra antes de que su equipo se quedara sin aire.

Porque se desplomaron los andaluces, sin físico. Y eso que la entrada de João había sido pura espuma, apagado a los pocos minutos, sin balón ni socios. Pero tampoco importaba. Lopetegui parecía alzar la bandera blanca, sus futbolistas fundidos. Y mandaba más el miedo a perder que las ganas de ganar. El Atleti trató de agarrar de la pechera un partido que se iba atascando, con Cunha buscando balones y desmarques a los pies de Bono con el hambre de Carpanta y en el lugar de Suárez, que se fue jurando en arameo. El Sevilla respondió con corazón después de ver como Acuña se iba del partido, otra vez lesionado, como Ocampos, después de haberse lanzado sobre ese córner en el 88’ para dejar en la lona al Atleti y al Cholo. Tan lejos ya. Del Madrid, de sí mismo.

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