Quinta victoria seguida de los de Simeone en Liga que les deja a dos puntos del Sevilla. Koke marcó y João Félix volvió a asistir. Correa vio la roja directa.
Los pulgares que en el minuto 49 se señalaban el ‘6’ a la espalda bien saben lo que es Vallecas. El barrio, la lucha, la entrega. Ese lugar en el que su dueño creció y que siempre irá en su fútbol, aunque sus colores sean otros, rojiblancos desde alevín. Porque a Koke le faltaba el gol para reafirmar su resurrección y tenía que ser en Vallecas. Fue nada más regresar del descanso. Con un remate de empeine interior para coronar la enésima maravilla de João.
Los dos estaban sobre la hierna de Vallecas. Bueno, en realidad estaban todos los de Old Trafford. Para Simeone no hay mayor principio en el fútbol de aquel que, si algo funciona, mejor no tocarlo. Ni entre sus márgenes, más estrechos, tuvo la titularidad Suárez, el banquillo ya una rutina. Iraola, mientras, abría su once tipo a los méritos: Bebé, autor de sus dos últimos goles, titular, Bebé y no Isi, para combinar la velocidad de Álvaro en la izquierda con su potencia a la derecha. Suya fue la primera llegada del Rayo a las tierras de Oblak. De Griezmann, la primera a las de Dimitrievski. Los dos balones se fueron a algún balcón de los que abrazan Vallecas. El reloj no había llegado al minuto cuatro y los dos equipos jugaban como si el partido estuviera instalado en un largo minuto 90. Intenso, disputado, aunque nada se concretara en las áreas.
Ni esa falta que lanzó De Paul con periscopio para Joãomann, el último invento del Cholo para agujerear rivales: la dupla que forman su ‘7’ y su ‘8’ como un solo hombre. Siempre móvil, activo, derramando talento. João, de cabeza, prolongó para el remate de Griezmann que, solo ante Dimitrievski, remató mal y fuera. El Atleti comenzó cómodo, sobre el orden de Herrera, pero según fueron pasando los minutos, el Rayo comenzó a tener más balón. Posesiones más largas siempre estampadas en el mismo lugar: Reinildo, ese hombre que es un ladrillo, inamovible. El regreso de la palabra perdida por el Cholo, la solidez, hay que buscarla en sus botas. Fin.
En el área contraria, mientras, el Atleti entraba sin la prudencia de quien entra en casa ajena en cuanto superaba la primera línea de presión. Sólo le faltaba una cosa. El tino. O que el árbitro no vio un penalti de Balliu sobre João ni una mano rayista. Porque João, en una masterclass deliciosa de controles orientados, tampoco, como antes Grizi. Cabeceó a un palmo de la escuadra un córner. Mientras el Rayo, vertical, siguió creciendo con balón, el Atleti se fue cerrando, esperando junto, en Vallecas es fácil, para salir rápido y fiarse a la clase de Joãomann. Comesaña se jugó irse a la ducha por frenar con cepos una carrera del portugués hacia el área dcuando ya tenía amarilla. Si le enseñan la segunda se la queda.
Nada más volver el partido del descanso llegó eso. La jugada colectiva, la pared sublime de João a Koke, su definición cirujana, el tino al fin. Despertó el Rayo después de ver sus pulgares al dorsal. Porque Griezmann rozó el 0-2 pero volvió a lanzar fuera una pelota filtrada por De Paul y, después, solo mandó el Rayo. Un Rayo que se lanzó sobre la portería de Oblak, obligándole Mario Suárez a sacar los guantes milagro con un zapatazo desde fuera del área. Pidió el Rayo penalti por mano de Reinildo en una jugada que el Atleti sacó el balón en la línea que ni árbitro ni VAR castigaron.
Simeone respondió inmediato, con un triple cambio. João se fue mascando clavos, Suárez, dentro. El Atleti se plantó, el Rayo se soltó. La pelota, suya, las ocasiones, también, como esa en la que Nteka, solo ante Oblak, envió otra pelota a un balón. El desgaste, de Griezmann con el mono de trabajo sobre el frac, en otro ejercicio de sacrificio por el grupo emocionante. Y es que, desde el 85’, el Atleti jugó con 10. Correa expulsado después de decirle algo a un colegiado ya caliente con De Paul. Los nervios llenaban el aire. Y la última vez del Atleti fue una contra que Suárez corrió para enseñarle al mundo que hasta en Vallecas le cuesta correr. Y el Rayo respondió con otra que Giménez mandó a córner. Era la última del partido. Dimitriesvki subía a rematar, Balliu la enviaba a las manos de Oblak tras una serie de rechaces, entre un bosque de piernas, el ahullido de Vallecas, esa noche vencido por uno del barrio. Koke Resurrección.