Osasuna celebró el Centenario con un triunfo en un partido muy práctico.
Capa hizo un penalti absurdo.
Garitano, lento en los cambios.
EI Sadar estaba vacío cuando Osasuna soplaba las cien velas de existencia.
Al equipo rojillo le ha hecho muy grande su gente y esta vez se comía las uñas en casa por culpa de la pandemia. Pero le dedicó el triunfo en esta fiesta despoblada, esperando su momento con paciencia.
El Athletic se pareció al de Vitoria: un dominio engañoso y un zarpazo en un error fatídico. Entonces de falta y esta vez con un penalti tonto de Capa. Dos gotas de agua.
Parecía que el choque de Pamplona sonreía a los intereses bilbaínos en cuanto a dominio, pero Arrasate, que se fiaba de los contraataques, los centros desde las bandas y la paciencia esperando un error del rival, puso a Barja, que salió con Adrián. Varió todo el entramado ofensivo, toda la manera de atacar.
Con empate a cero, era obvio que quien se atreviera a mostrar valentía a través de los cambios, se podía llevar el pulso. y una vez más Garitano fue reservón, no acertó a cambiar las teclas.
La canción de Serafín Zubiri como himno del Centenario osasunista sonó acompasada antes del partido.
Lo único con ritmo en la tarde navarra, porque el Osasuna-Athletic fue árido, nada recreativo.
Otro más que no entrará en el archivo del tesoro del fútbol. Mordían todos, cada cual breaba de lo lindo a su presa.
Había más encontronazos que fútbol. Las defensas se dedicaron a achicar y ambos firmaron el fútbol directo, algo habitual en el libreto de Garitano pero no tan propio de Arrasate
Los leones tiraban los balones más de forma frontal y los locales, con diagonales para terminar con centro, muchas veces con la intermediación de Ruben García.
El Athletic era incapaz de un buen pase en profundidad y se fiaba de los rechaces ajenos. La táctica defensiva se imponía, por decir algo suave. Y esta vez la estrategia no marcaba ninguna diferencia. No había punch en la zona donde habitualmente se hace daño. Con un 10-7 en faltas se cerró el primer tiempo, en el que Osasuna no tiró a Unai Simón.
Y los bilbaínos probaron con dos disparitos amistosos. Entre fueras de juego, tarjetas y la lesión fortuita de Aridane cuando Raúl iba con mucho ímpetu a un balón, aquello era un tormento. No había medias tintas, a todo se iba sin guardarse nada el personal, pero con nobleza. Y las cuatro amarillas mostradas a la hora eran bastante inexplicables.
Los leones eran superiores, como ante el Alavés y Cádiz pero su maniobra era de cartón piedra, fuegos de artificio como los que se lanzaron en el segundo tiempo.
Jony la tuvo contra Unai Simón y se reactivó a través de los cambios, mientras los leones se marchitaban y preparaban el regalo al amigo navarro por las cien velas.