El belga abrió el marcador y anotó en el 99′ de penalti otorgado por el VAR para dar un triunfo agónico al Atleti.
RdT congeló el Wanda de falta, con pifia de Oblak.
Todo acabó muy mad, niño. Mad, bad and dangerous. Qué frase regaló la prensa inglesa tras el City. Si buscaban insulto, definen. Porque no hay en el mundo nada más mad que el Atleti. Loco, loco. Tú eres testigo. Ese último minuto. El balón de Carrasco que impacta en el codo de Raúl de Tomás. Hay barullo, llamada de VAR. El árbitro va a la pantalla. Observa y juzga. Señala el punto. Penalti. Carrasco lo pide, Carrasco lo lanza, Carrasco bate por segunda vez en la tarde a Diego López. Es el final. Ya no hay más tiempo. El árbitro ya lo había pitado antes de la llamada de VAR. El Metropolitano estalla en tu día, el de los niños, con la bendita locura prendida del aire. LaLiga de 14 otra vez desencallada. Los tres puntos. Y esa sensación: para el nuevo fútbol hay que desatornillarse los brazos antes de entrar en el área. Las manos condicionaron todo. Entonces y antes. El marcador.
Vicente Moreno planeó el partido largo, con defensa de cinco por sorpresa que se le atragantó a Simeone. Un Cholo que respondió con giro de pizarra: renunció al 4-4-2 y la moto de Llorente híbrida, al carril en defensa, en ataque con libertad para subir. Fue de lo poco que se movió en una primera parte del Atlético con el peso de la eliminatoria, y la eliminación del miércoles, en las piernas. Bad. A veces los partidos son así, niño. La hora, el City, la costumbre de tantos partidos a las 21:00. El Espanyol cegaba caminos, bien plantado. Simeone negaba de cabeza. El sol vertical, sus jugadores que pedían el balón al pie, sin ritmo, tino. Lo más peligroso que han visto tus ojos bisoños en la tarde es ese cabezazo de Cabrera al que Oblak respondió con un manoplazo. Y azuzó a tu padre, a tu madre, en los asientos, incómodos. Uy. Venía de córner, de centro lateral y para este Atleti eso siempre es un peligro.
Tictac. El reloj corre mientras ocurre nada. No te duermas niño, no te duermas. João te lo pide mientras escapa de Calero para atrapar ese balón en largo de Kondogbia. Su zurdazo se va arriba. Pero mueve el aire. Un poco. No te duermas, niño, no te duermas. No siempre es así, aunque la tarde del Metropolitano sea mascar chicle de cemento. O peor: el descanso llega con dos clac. Por un lado, Lemar, al intentar controlar un balón. Se va al suelo entre lágrimas. Por otro, João, pisotón al tobillo. También Óscar Gil. Los tres se van tocados a la caseta. Ninguno vuelve.
Dangerous. Eso busca el Cholo, nada más regresar. Triple cambio. Entran Griezmann, Carrasco y Cunha para generar juego entre líneas asentado ya sí en su 4-4-2. Entonces lo sientes, cómo la grada explota, el hormigón a tus pies cimbrea, las bocas expulsan los chicles: Oblak saca la mano para evitar el gol de Darder y, en la jugada siguiente, los tres que acaban de entrar llevan el balón a la red de Diego López. Grizi distrae, Cunha asiste al hueco, Carrasco marca. El fútbol niño, esto es el fútbol. Del 0-1 al 1-0 en medio minuto. Ahora sí que no cierras los ojos. El Atleti más vertical, con más presencia en el área perica. Ya hay ritmo, juego, ganas. Aupa el físico de Kondogbia, aunque sigue faltando último pase. Pero entonces llega lo dangerous. Esas reglas con las manos que ya nadie entiende.
Se castigan todas. Las voluntarias y no. Y en las segundas se le enturbia la tarde al Atleti. Un balón de Darder golpea a Kondogbia de rebote al borde del área. Segunda amarilla, roja. Raúl de Tomás que hacía un rato había comparecido por primera vez en el partido, teledirigió la falta a la red de Oblak, que falló. 1-1. Y la grada sube la voz, y tú gritas, es tu día no te gusta lo bad, las reglas que ya nadie entiende, ni los propios jugadores. Ves a los tuyos lanzarse con más precipitación que cabeza sobre el área perica. Pero a Llorente este año no le salen los goles, pero está seco. Es entonces, cuando sientes la mano de Kondogbia como soga en el cuello, explota lo mad. La mano de Raúl de Tomas, el VAR, el tiempo acabado, Carrasco, lo que nadie entiende. Mad, bad, dangerous. La bendita locura. Bienvenido, niño.