Premio a la valentía de Garitano, que acertó en los cambios.
La Champions pesó a los nervionenses, que se dejaron remontar en los minutos finales.
Dos locos bajitos rompieron el ecosistema creado por el Sevilla para salir de San Mamés por la puerta grande. Muniain y Unai López. Dominaban los nervionenses todos los registros, tenían una autoridad sobre el juego insultante, pero perdonaron la vida al Athletic, como en un cabezazo de En Nesyri que sacó de la línea Iñigo Martínez, y acabaron pagándolo.
Después de 70 minutos de impotencia en los que estuvo cerca de besar la lona, salieron Unai López y Muniain y se armó la de San Quintín. También Villalibre, que desajustó a todos con sus movimientos por la verde pradera, y Vesga, interventor en el primer gol, y Sancet, que certificó la remontada.
Los cambios esta vez fueron mano de santo y dejaron sin capacidad ofensiva a los pupilos de Lopetegui, que se metió en la cueva en la segunda parte en lugar de ir valiente a por el segundo. El pescuezo de Garitano seguirá intacto.
Fue una remontada por riñones, por orgullo y el cambió táctico de Garitano.
Como todo amenazaba ruina, metió a dos referencias arriba, mientras que Lopetegui se abrigó mucho atrás y dejó en punta solo a De Jong. Para lo que pretendía ¿por qué no poner ahí a En Nesyri? El Athletic estaba momificado por el rondo rival pero le dejaron revivir y mete en un aprieto serio a este Sevilla con etiqueta Champions, esa que le dejó agotado en el tramo final y le mete en una crisis de resultados en Liga.
El origen el choque hacía presagiar una paliza visitante. El Sevilla se tomó la tarde bilbaína como una prolongación del partido de Champions del miércoles.
Lejos de hacerse el perezoso por la acumulación de esfuerzos, acumuló llegadas al área como un jabato. Lopetegui se queja de las pocas horas de descanso que tienen, pero puso a su guardia pretoriana.
Solo las piernas frescas de Rakitic y En Nesyri con respecto al Rennes, por Óliver y Munir. El Athletic de Garitano tenía la etiqueta de equipo sólido, rocoso atrás, pero le despellejaron, se despejó de ella con una alineación más ofensiva, una versión festiva con Zarraga en el timón en medio, Berenguer por la derecha y Morcillo en el ala zurda. Le dio para rejuvenecer pero perdió solidez ante el Sevilla con un dibujo que no iba ni para delante ni para atrás.
El desequilibrio vino por demérito propio, pero sobre todo, por las virtudes de un Sevilla pletórico, que abrió la partida con un toma y daca. De tanto llegar, acabó marcando, eso que tanto le cuesta y que esta vez madrugó. Y luego ya no tuvo tanto frenesí por echar el aliento a Unai Simón. Lopetegui lo tenía muy claro: se posicionaban de forma magistral en defensa para robar y lanzar contras. La superioridad en el medio campo era manifiesta, con Rakitic-Fernando-Jordán por dentro más De Jong y Ocampos incorporándose desde la cima en un sinfín de travesía con la movilidad de un ejército de avispas. Si la solución había que buscarla por los laterales, Capa y Yuri apenas entraron en juego, en parte por el tapón de dos extremos natos como Berenguer y Morcillo.
Los nervionenses transmitían pánico a la estructura defensiva y sus diagonales eran puro veneno.
El Athletic estaba aturdido, no sabía detectar los movimientos en ataque del Sevilla, con los interiores en ocasiones cayendo a banda y generando mil desajustes. Era tal la desesperación que Raúl García tuvo algún problema dialéctico con Lopetegui. El árbitro les obligó a la tregua y el navarro le dio la mano tan fuerte al exportero que lo metió en el terreno de juego.
Faltaba autoridad y audacia entre los leones, como con el rutilante fichaje Bereguer, demasiado cómodo a la hora de quitarse el balón y poco desafiante con sus pares. Parecía Bale.
El baño táctico era de Champions. Cuando el Athletic presionaba arriba, el Sevilla acumulaba gente cerca de su área para sumar pases de seguridad y atraer rivales. Una vez que ya tenían a la presa en sus redes, se lanzaban balones en largo para situaciones de tres contra tres con Ocampos, De Jong y En Nesyri revoloteando por arriba y estirando el campo.
Zarraga, chisposo de saque pero muy diluido ante la autoridad de los pilotos hispalenses, Raúl García, contrariado toda la tarde, salieron del campo. Ambos, rebajadísimos, dejaron su sitio a Villalibre y Unai López, para mudar el esquema y tener dos referencias arriba.
El aire empezó a cambiar. De hecho, el Athletic realizó al fin su primer remate entre los tres palos, un cabezazo muy tímido y centrado a Williams. Luego le imitó Dani García. El caso es que con dos cositas, esto es, los riñones y las bandas, el Athletic se reencontró y fue cogiendo confianza. Empezó a residir en campo del Sevilla, que no despejaba nada, todo se lo remataban.
Los últimos 20 minutos retrataron a un Sevilla sin respuesta. Un córner sacado por Morcillo fue peinado por Vesga y Muniain metió un gran gol entre Bono y el poste. El Athletic atacaba como quería la defensa en zona, con criterio. Lopetegui iba por lo físico con un 4-5-1. El partido cogió lija y sus muchachos se achicaron.
Sancet culminó la remontada tras un gran centro de Williams. Había que simplificar y se ganó con un córner y un centro al área, como el Athletic de toda la vida, vamos. Sin florituras. Los milagros aún existen en La Catedral.