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Feb 26, 2023

El equipo de Valverde, negado ante un gran Girona, encabezado por Aleix García.

Lesiones de Nico, Yeray, Unai Simón y Morcillo.

El Athletic parece empeñado en despreciar la Liga, en remitirse a otro torneo, en definitiva, en quedar abocado a pensar en la Copa. Se podía poner sexto y dejó pasar otra oportunidad de oro. El Girona, que en dos comparecencias se había llevado un par de derrotas y ni llegó a marcar, esta vez hizo tres. Bueno en realidad, uno, los otros goles goles se los dejaron en el buzón en plan regalo. No es que saliera en huelga ante el Girona, pero su cabeza parecía más en El Sadar que en su Catedral. Todo se le torció desde el primer sorbo. La caraja defensiva le llevó a arrastrarse durante toda la matinal.

Las indecisiones, la pésima defensa del balón parado y los errores con pérdidas tontas propiciaron un 0-2 en 20 minutos para olvidar por parte local. A partir de ahí, el Athletic se dedicó a mandar con el balón, pero sin generar juego interior ni remates. Empuje sin cabeza. Y en estas, llegó un 1-2 inesperado. Quedaba una hora para empatar, pero a renglón seguido se persistió en el despropósito. Era difícil con este panorama gestionar la segunda parte. El pulso de San Mamés iba muriendo sin remedio. Raúl García negó el destino y, con diez por lesión de Morcillo, hasta se engendró una mínima esperanza en dos horas llenas de rarezas. El más constante fue Aleix García, el rey.

Una concatenación de desastres bilbaínos, que no de fatalidades, puso al Girona con una jugosa ventaja de 1-3 al borde del descanso. Se encontró el equipo de Míchel un Athletic reiterativo, que insistió en su debacle del partido de la primera vuelta en Montilivi, posiblemente el peor hasta ahora en la Liga. La mañana ya llegaba atravesada con el anuncio de baja de Nico Williams y en la primera parte se lesionó Simón, es decir, adiós a los dos internacionales.

La tropa de Valverde no entró bien al partido y en el minuto 4 ya se encontró el primer mazazo, con una bonita combinación por el flanco zurdo, culminado por Aleix García, un jugador de enorme talento que un día reclutó el City y que ha pasado por muchos sitios, incluidos Bélgica, Rumanía y Eibar, hasta encontrar en Girona el sitio ideal para exhibir su enorme clase. Pero eso era solo el principio. Por el minuto 20, en una zona tan peligrosa como la prolongación del área pequeña, Vesga arriesgó en exceso, algo impropio en un tipo de su calibre, y se la cazó Taty Castellanos, aunque los reflejos felinos de Simón evitaron un gol que habría dejado retratado al vitoriano.

El Girona ganó dos balones de cabeza en la jugada posterior y Bueno exigió otro esfuerzo del meta internacional. Como lo que va mal siempre puede empeorar, De Marcos acabó ese fragmento de partido marcando en propia meta.

El Athletic era un desastre, un equipo que presionaba con cierto decoro, pero en cuanto le superaban en medio campo, dejaba enormes parcelas para jugar libremente. La basculación era muy exagerada y Míchel demostraba tener el partido perfectamente estudiado. Los visitantes dieron un paso atrás con el 0-2, se sentían muy cómodos atrincherados en su área. Los leones no ofrecían señales de peligro, más allá de un tanto de Iñaki en un fuera de juego de esos en los que desde el VAR se tiran las líneas de una forma peculiar, por donde buenamente se pueda.

La monotonía la pudo romper Yuri con un golazo desde la esquina del área, con el recorrido de 22,4 metros, atravesando un bosque de piernas. Uno de esos tantos que la tecnología, ahora que se ha apoderado dl fútbol, delimitó con un 3,7 por ciento de probabilidades de alcanzar el éxito. Su primer tanto este curso.

Ese tanto al final del primer tiempo parecía meter a los bilbaínos en la refriega. Pero llego el más difícil todavía. La defensa de la estrategia siguió con su espíritu verbenero, defendiendo el área peor que nunca, ante un equipo con buenos ejecutores, pero no muy dotado para el juego aéreo ofensivo. Rizando el rizo, un centro lateral fue rozado por Yeray y más tarde por Vesga, una fatídica doble colaboración hasta que el balón se alojó en las redes. Jarro de agua fría sobre una posible reacción vasca. Todo eso acentuó un poco más la imprecisión, el nerviosismo y la desconfianza de la grada, que lanzó varios reproches a Muniain porque este no levantaba los centros. Hizo un gesto de reproche a la gente el capitán.

Valverde puso a Agirrezabala en el segundo tiempo. Lo de los porteros da para un libro últimamente en el Athletic. El Txingurri alineó al propio Julen en el Metropolitano parta que agarre ritmo de cara a la Copa, el torneo al que está grapado nuevamente, en vez de elegir el partido inmediatamente anterior a El Sadar, es decir, este ante el Girona. Luego va y se lesiona Simón, así que sale de nuevo el chaval. Y lo primero que hizo es detener buna clara ocasión a Riquelme. También salió tras el descanso Raúl García, para tener dos nueves y cargar el área a base de bien. Pero apenas varió el panorama. Es más, la matinal siguió empaquetando cosas extrañas, asuntos para el estudio de Iker Jiménez, asuntos del más allá, reversos peleados con la lógica. Por ejemplo, poner a Lekue de central tras retirar a Yeray, que vio la quinta amarilla y no podrá jugar en Vallecas. En apariencia, salía lesionado.

O ver a Morcillo y Capa, dos jugadores a cola de los minutos este año. Ya fue el colmo de los colmos que el extremo no pudo ni tocar la pelota, en una acción aérea cayó de mala manera y se dañó un brazo. A los leones no les salió nada a nivel futbolístico, bebieron como puro vinagre la fría matinal. El Athletic estaba pendiente de un chispazo y este llegó, pero muy impuntual, demasiado tarde. Lo propició A un minuto para los 90, un despropósito de Valery, que, en vez de pegar un pelotazo, cedió al portero. Una pistola cargaba apuntando al corazón entrañaba menos riesgo. Gazzaniga quiso ser aún más imprudente y en vez de sacársela de encima meditó alguna virguería y en esas, el cuero le pegó en el talón. Estaba por ahí un cazarrecompensas y agradeció tanto regalo. Esa picardía encendió la caldera de San Mamés. Iñaki Williams protagonizó una jugada marca de la casa que no encontró rematador. Y el propio Rulo tuvo un cabezazo claro a saque de esquina, de esos que casi siempre marca. En tres minutos, una avalancha que hizo olvidar el descalabro de los 87 restantes. Pero el Girona ya tenía en la saca el premio que mereció.

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