Cuartas tablas seguidas del equipo bilbaíno, que no levanta el ánimo de cara a su segunda final de Copa consecutiva.
El Alavés no logró el impulso deseado con Calleja. Pacheco, el héroe.
Otro empate de esos que no dicen nada. Un punto mudo para el Athletic, que amaga pero sigue sin enamorar a nadie y descuenta desconcertado los días para otra final de Copa. Lleva cuatro igualadas seguidas en Liga y ya le agota tanto lento goteo. Y también es insulso para el Alavés, que ni encuentra el dicho de ‘a entrenador nuevo victoria segura’. Si fuera así, con tanto cambio en Vitoria, tendrían un almacén tan surtido como esas listas del paro que tanto engorda con los preparadores despedidos. El colista es bien colista y Calleja tiene mucha tarea por delante. Pacheco fue su héroe con tres buenísimas paradas, pero debería ir al médico a que le receten algo al comprobar que no puede ganar ni a un Athletic bastante vulgar durante una hora. Marcelino optó por sacar a toda la segunda unidad, un equipo similar al del Granada un mes atrás.
El Athletic debía de notarse con más heridas para curar porque tomó las riendas sin esperar ni al pitido inicial. Recuperó la pasión, mandíbula, armonía y decisión en el juego. Tuvo actitud y aptitud del primero al último jugador, y no es fácil con una mudanza tan grande, diez jugadores nada menos. Durante media hora, dominó pletórico el juego y tuvo tres buenísimas situaciones de gol, gracias a un buen ramillete de llegadas. Pero ante tal esfuerzo físico para desbordar, quiso tomar aire en el cuarto de hora previo al descanso, el Alavés elevó la presión y a la misma velocidad a la que entraban las dudas locales crecían las certezas visitantes.
A base de decirle que es frío, Vesga ha ganado dentadura para morder con su fútbol según van pasando los años. En el minuto 1 ya vio amarilla, por una plancha. Lleva siete esta temporada, así que lo puede grapar a su currículo para que dejen de tildarle de blandito. El Athletic B amaneció mucho mejor que el Alavés A, un equipo que ha recuperado a Lucas aunque Calleja ha arrinconado a pesos pesados como Laguardia y Manu García. El técnico madrileño optó por Martín a la derecha y Navarro a la izquierda, ante la ausencia por sanción de Duarte.
Pero Morcillo empezó a hacer diabluras. Primero se llenó de balón, en una jugada que tenía mejores opciones porque se la pedían tres: Villalibre, Sancet e Ibai, estos dos últimos completamente solos. En el 17’ el extremo zurdo le ganó la espalda a Tachi y la mandó al larguero. Calleja se vio obligado a cambiar de posición de los laterales y cerrar el grifo de esa zurda con Ximo Navarro. El Alavés no estaba al pastel, era ajeno a la intensidad requerida y hasta se dormía en los saques de banda rivales. No podían ni respirar con la posesión porque llegar a diez pases era imposible para ellos. Y los leones eran muy continuos, como si se tratara de tipos con diez documentos de reivindicación expedidos hacia el banquillo para reclamación más minutos.
Vesga filtró un pase maravilloso a Sancet en el 20′, la prologó perfecta el joven canterano y su remate se lo negó Pacheco. El juego del Athletic recordaba a la delicia de la Supercopa en enero: dos toques para atraer y diagonal al pie a los de banda, sobre todo Morcillo. Unai López tocaba el violín de primeras y Vesga estaba perfectamente posicionando. Había chispa. Los laterales albiazules llegaban tarde y mal, estaban pésimamente colocados ante los cambios de orientación. Trataban de salir jugando y no era el plan adecuado, porque las pérdidas altas les cortaron la respiración más de una vez.
La permuta de los laterales y la presión más adelantada asentaron al Glorioso. Hubo más posesión y al fin se enganchó a los dos cracks de arriba. Lucas entró en juego y se notó. Joselu tuvo una miniocasión, pero le pegó con la espinilla y la mandó alta. En el último suspiro del primer tiempo llegó un gol anulado que ya igualó mucho más las cosas hasta el final. Un balón de Martín desde atrás encontró a Lucas, que retrasó a Pina y este dio un pase medido para el cabezazo de nueve puro de Joselu. En el origen Lucas estaba adelantado por medio cuerpo. Mala suerte.
Total, que no sirvió para nada la media hora en que Unai López trató de pintar un óleo futbolístico, Vesga hizo faena, Morcillo disparó flechas desde el costado, Sancet fue Sancet al cuadrado y hasta Ibai disfrutó como cuando era Ibai. Porque el Athletic se fue metiendo en la cueva de la depresión. Hubo otro gol anulado al Alavés, por doble motivo: Lejeune lo hizo en fuera de juego tras pase de Joselu y antes golpeó la bola en la mano de Tachi. Los leones se iban desconectando y los albiazules lo remataban todo. Si al principio aquellos estuvieron brillantes, luego era pura vulgaridad. Marcelino cortó por lo sano y cambio todo su frente ofensivo: Dani García, Berenguer, Muniain, Raúl y Williams, todos para el empujón final. Al retirarse Sancet recibió una buena reprimenda del técnico asturiano. El Athletic quería desperezarse, pero lo hizo a kilómetros de Pacheco. La última fue un buen pase filtrado por Williams hacia Berenguer; era la jugada, otra vez con el Alavés pillado en un contraataque, pero se la desvió Pacheco, magistral con tres intervenciones e gran figura. Los dos equipos fueron a menos y el empate a cero estaba cantado.