El colectivo aruquense, “Labrantes de la Palabra, celebra su 20 aniversario: un milagro cotidiano.
Nos hemos colado en uno de sus ensayos para intentar comprender la trastienda de una labor que raya a gran altura y que imprime carácter a la ciudad que lo ha visto nacer. Y crecer. Así que las afirmaciones expresadas este jueves, 31 de marzo, nacieron a temprana hora en la cafetería Dulcito y, luego, se asentaron en el salón de actos de la Biblioteca Municipal, donde una vez estuvo el anfiteatro del desaparecido Cine Díaz. No sé por qué hemos tardado tanto en entrar en este mundo de las palabras contadas, donde los cuenteros se van organizando y formando y, sobre todo, donde el escuchar se combina perfectamente con el respeto en el turno de la palabra. Afortunadamente, nada que ver con el Congreso de los Diputados. Ni por asomo.
Y viene a suceder que la palabra suena y crece a través de distintas voces, entusiastas todas, que miran mucho más allá sin necesidad de utilizar artilugios mecánicos que estabilicen el objetivo. A los integrantes de este colectivo les vale una sola cosa: la palabra. Y el público, como siempre, aporta las distintas imágenes que por su cabeza rondan. Claro que su director, Antonio López, que sabe caminar con pies de plomo, va dando los consejos adecuados y precisos para que el relato gane en eficacia y profundidad. Sus recomendaciones son tan certeras que proceden de su propia experiencia, puesto que Antonio López no solo sabe contar sino que, además, lo hace “divinamente” y, además, cuenta con la capacidad de enseñar: se nota, y mucho, su dilatada y contrastada labor. Y eso es una garantía para todo el grupo. Y Juan Antonio González, componente-colaborador, otro brillante contador de historias, no solo disfruta cada momento sino que con su natural pachorra, aparentemente, se convierte en una segunda garantía en la que los consejos para mejorar encuentran su sitio.
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Empezó la mañana en el Dulcito, como ya dijimos, donde, entre cortado y cortado, Antonio López y Juan Antonio González fueron desgranando lo mejor de este colectivo de abuelos: “llevamos dos años sin estar en los centros escolares por la pandemia, ni tener contacto con el público. Sin embargo, hemos avanzado en el dominio de las redes sociales, donde los hijos y los nietos han ido grabando a sus abuelos. Somos unos 30 componentes, más o menos, aunque con las bajas precisas por diversos motivos, sobre todo, de salud”.
Luego quisieron ser muy claros: “Labrantes de la Palabra” no es un servicio asistencial de mayores, ni nada de eso, sino que se nos tiene que ver como lo que somos: unos Activistas de la Cultura integrados en la Biblioteca Municipal de Arucas; y así llevamos ya veinte años contando. Es verdad que en este tiempo algunos se nos han ido marchado, pero siempre están. Esta original propuesta de tener a las personas mayores como Activistas de la Cultura nos han granjeado diversos premios, sobre todo al hilo de la Biblioteca Municipal, y numerosas actuaciones: Guadalajara, Los Silos, Agüimes…”
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“Entre otros objetivos, debemos destacar el encuentro intergeneracional cuando vamos a los centros escolares, a los que estamos deseando volver; la transmisión de la memoria y el hecho de recordar a las nuevas generaciones el sano deseo de crear comunidad a través de la palabra. Funcionamos como si esto fuera un curso escolar, de septiembre a junio, y nos identifican las ganas de cómo comunicar a través del cuento”.
Ya en la Biblioteca, el ensayo adquiere su tono habitual. Antonio López recuerda la última actividad realizada y señala que “estos veinte años de colaboraciones llevadas a cabo con las Escuelas Artísticas Municipales, La Vinca, Agrupaciones Folklóricas, toda la comunidad educativa del municipio y el propio Ayuntamiento, que nunca ha dejado de apoyarnos, han significado mucho. Seguramente, el año que viene todo estará más normalizado, en lo que se refiere, sobre todo, a centros escolares, a los que estamos deseando volver”.
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Y comienza la singladura.
Y los distintos cuentos, en expertas voces, van sustanciándose, con ganas enormes y tranquilidad manifiesta, desde la vida y la experiencia: Lidia, Fela, Carmen, Pepe, Pedro, otro Pepe, Rosa, Fernando, otra Fela (la de las chocolatinas), Félix…
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Voces que hacen sonar las palabras: literarias unas veces; otras, llanas y coloquiales. Y con variados volúmenes. Y, al acabar, esperan las acertadas correcciones del director, expresadas con discreción y claridad, que son recibidas con el ánimo de mejorar. Cada uno sabe su papel y los componentes de “Labrantes de la Palabra” tienen muy asumido que las indicaciones de Antonio López son tan necesarias y útiles puesto que el resultado final redunda en beneficio de todos.
Lo cierto es que la mañana se nos fue rápidamente. Después de dos horas escuchando y escuchando, el tiempo se había estirado como si fuera un chicle de sabor imperecedero. Ya en la calle, y mientras íbamos escribiendo en la mente este trabajo, comenzamos a percibir, con más claridad, que aquel ensayo que habíamos vivido contaba con un duende que se paseaba por el salón de actos a la vez que protegía la mirada, la voz y la palabra de un colectivo digno de admiración y respeto.
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Improbables lectores: estamos hablando de una actividad muy seria.
¡Qué poco se necesita para ser feliz y tener, al mismo tiempo, los pies en el suelo!
Es evidente que estos Activistas de la Cultura saben lo que hacen y, además, lo demuestran con sencillez, amor y cariño. Y eso es toda una declaración de intenciones.
A los “Labrantes de la Palabra” debemos cuidarlos y mimarlos.
Porque se lo merecen y porque su aportación, en el acontecer diario, es impagable.
“Cuentas muy bien, con los gestos adecuados y con un lenguaje cuidado. A ese relato le hace falta aceite: tienes que ser más clara. Las pausas son importantes, tómate tu tiempo. Has mejorado mucho la mirada y está bien repartida. No debes alargar el cuento más de lo necesario. La oralidad es, siempre, resumen y eficacia. El tiempo del otro es muy importante. Hay que elegir frases contundentes y no explicarlas. Estoy muy contenta de estar de nuevo aquí y de verles de nuevo. Y nosotros también, no lo dudes…”
Aquellas voces siguen resonando en mi interior, donde la palabra parece adquirir la dimensión exacta y precisa. Aquel jueves de ensayo con “Labrantes de la Palabra” resultó mágico.
Y no hay palabras para recordar y expresar aquel milagro cotidiano.
Juan FERRERA GIL