Hace unos meses viendo la última temporada de la serie “La casa de las flores” me estremecía al ver como trataban, con flashbacks en los que recordaban la juventud de la matriarca del clan, el asesinato de un joven por ser homosexual. Sucedía en la década de los 70 en México, a manos de aquel a quien amaba y que no era capaz de reconocer su condición sexual.
Muy triste todo. Las escenas ponían los pelos de punta. Por un momento pensaba: “menos mal que hemos evolucionado en muchos aspectos” pero ¿lo hemos hecho?
Julio de 2021. España. Con el mundo (medio) recuperándose de una pandemia mundial. Un joven es apaleado y asesinado por un grupo de energúmenos al grito de “maricón”. Tal y como le sucedía a Federico García Lorca en 1936. Irónico. Han pasado 85 años y el ser humano sigue igual de deshumanizado.
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Samuel, era un joven con inquietudes y planes de futuro que se vieron truncados solo porque amaba a personas de su mismo sexo.
Y es terrible que aun hoy, en pleno siglo XXI, existan seres que no sean capaces de aceptar que el amor es universal. Que no entiende de géneros, ni de razas, ni de clases sociales.
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Mataron a Samuel en plena semana del orgullo. Cuando se celebra la victoria de los derechos que, poco a poco y con gran trabajo, han ido consiguiendo los homosexuales en el mundo. Otra vez triste e irónico. Pues a él le quitaron el derecho más importante del mundo: el de vivir.
Odio y más odio es lo que cada día se ve y se escucha a nuestro alrededor. Parece mentira que, después de haber sobrevivido (los que hemos tenido la suerte de hacerlo) a un virus mortal que ha asolado el mundo entero no sepamos valorarnos los unos a los otros. Valorar la vida que se nos ha dado. Valorar el amor.
Samuel no murió, le asesinaron.
