Hace muchos años, cuando aún vivía el dictador, quién suscribe este artículo vivió el arresto y la cobardía de unos capataces sin entrañas que condenaban a ciertas personas, entre las que me cuento, a trabajos forzosos, con temperaturas muy elevadas y a la exclusión, por el solo hecho de reivindicar unos derechos que considerábamos justos.
Después de tantos años, lejos de lo que yo entonces consideraba un infierno, que opté por abandonar, no sin antes, luchar (junto a mis compañeras), por lo que consideraba justo y en tiempos difíciles conseguimos poner las cosas en su sitio. Parece increíble, pero después de tantos años, aún persiste en Orcasal la sombra del dictador, pero no para forzar en el campo del trabajo, sino en el engaño, el expolio y la mala gestión de unos gobernantes que benefician al caciquismo en detrimento de muchos trabajadores, que han puesto toda su ilusión en recuperar una parcela regada con su propio sudor en tantos años de trabajo bajo el plástico de unos invernaderos infernales, sobre todo los veranos en Valsequillo.
Quiero felicitar a través de este medio de comunicación a mis dos ex-compañeros de trabajo: a Miguel García y a Jesús Ramírez por tener ese arrojo que se precisa para poner al descubierto a los expoliadores, a los mentirosos y a los encantadores de serpientes que se pasan parte de su vida prometiendo lo que saben a ciencia cierta que no van a cumplir. Mi hermana Antonia, que en paz descanse, se fue creyendo en esa promesa.
Trabajó en esa empresa muchos años y dos días antes de dejarnos tuvo una reunión, en la cual prometieron la resolución al problema de todos los trabajadores que habían invertido en dicha empresa. Mentiras, mentiras y más mentiras que no todos creen, afortunadamente.
Gracias a Miguel y a Jesús por decir lo que muchos trabajadores y trabajadoras han querido decir y aún no se han atrevido, espero que ustedes dos hayan abierto la puerta para todas aquellas personas que quieran manifestar su opinión. No olvidemos jamás que la unión hace la fuerza.
En Valsequillo algo está cambiando; las cosas se están llamando por su nombre y eso, he de decirlo, me agrada y mucho.
La libertad de expresión es sinónimo de democracia, seamos libres para expresar, sin temor, nuestra satisfacción y nuestro descontento, eso nos hará más fuertes y más invulnerables a lo largo de nuestra vida.
Desde la humildad, y con el debido respeto, no permitamos que pisoteen nuestros derechos.