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» Especial Cuba » No le aportemos dividendos a la industria del odio » Por César Gómez Chacón «

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Sep 6, 2021

La brutal campaña desatada en las redes sociales contra Cuba es una guerra con todas las intensidades, las temperaturas y los dineros de EE. UU. La estrategia imperial para borrar el ejemplo de esta Isla insubordinada pasa también por un esfuerzo descomunal dirigido a demonizar a los dirigentes del país. Manipular mentes y voluntades hacia adentro de EE. UU. y de Cuba, y hacia la opinión pública internacional, ha sido siempre precondición para lanzar amenazas y ataques con total impunidad en cualquier «oscuro rincón del mundo».

Sin lograr apagar la luz del Che Guevara, Fidel Castro se les abalanza hoy como otro ejemplo que no pueden matar. Pero los halcones del Pentágono y la CIA, y los palomones del anticomunismo mundial insisten en sus viejas fórmulas de divide y vencerás.

La propaganda anticubana se tiende ahora sobre los actuales dirigentes de la nación. La industria del «anticastrismo» debe seguir produciendo dividendos. Por eso comenzó entonces el ataque contra los nuevos apellidos.

El país, salvajemente bloqueado, y ahora golpeado por la pandemia, parece ser –al fin– la fruta madura por siglos apetecida. La quieren tomar directamente del árbol, por eso disparan a la sensibilidad del cubano en medio de tantas dificultades. Se trata de provocar un dolor inmenso a las personas de buena voluntad, de desmovilizar y desalentar el esfuerzo ya agotador, de provocar una nueva reacción disparatada de quienes alientan el desorden en pos de los deseados corredores «humanitarios» yanquis contra Cuba.

Los supercerebros de la propaganda tienen en cuenta la rapidez de su primer impacto. La gente hoy no tiene demasiado tiempo, ni deseos de gastar megas, para verificar las fuentes originales. He ahí un talón de Aquiles que aprovechan los inventores de las falacias y de las medias mentiras.

En el caso de aquellos ilustres navegantes, los que se suponen neutrales y solo quieren estar bien informados, resulta cuando menos irresponsable que, en tales circunstancias, salten enseguida al teclado y comiencen a emitir insultos, venenos y a reproducir sandeces en las redes, y también por «radiobemba» en la primera esquina o en la cola del día siguiente. Sin querer, o queriéndolo, están haciéndole el trabajo sucio a los otros, a esos que quieren a Cuba no como suculenta fruta servida, sino hasta con cáscara, para echarla finalmente en el latón de la basura.

He ahí la responsabilidad de los revolucionarios a la hora de analizar y verificar cada noticia que aparece en las redes y que apunte contra la Revolución y sus dirigentes. Que las mentiras no nos sean impuestas, que nadie pierda la capacidad de sacar sus propias conclusiones. No olvidemos a Fidel, cuando tempranamente nos alertó: «Yo no les pido que crean, les pido que lean».

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