Entre los juegos más populares de mi infancia estaba el de halar la soga. De un lado y del otro, en cada extremo de la cuerda se realizaba un esfuerzo supremo para ganar la puja. Había momentos en que las manos ardían, las rodillas temblaban, las fuerzas menguaban y sobre las cabezas sudorosas de algunos competidores comenzaba a rondar la tentadora idea de soltar y aceptar la derrota, envueltos en ese agridulce alivio que viene tras el esfuerzo.
Es útil la parábola para los tiempos que corren. Años de fuerte desgaste, carencias y contingencias de todo tipo, ponen a prueba la voluntad de resistir. Es duro el tirón desde el otro lado, sostenido y perverso. Del lado de acá, se resiste, mucho más de lo que algunos calcularon. Es una resistencia estoica y a un alto precio, que solo puede ser mantenida si no se pierde la certeza de que vale la pena.
La peligrosa y tentadora miel de la rendición se hace presente; invita, atrae y se ofrece como paliativo ante el desgaste. Ya estuvo antes, en tiempos del Zanjón, y probó su eficacia para esconder, tras su aparente beneficio, el amargo sabor de la derrota.
Una y otra vez vendrá la invitación a arrepentirse, como reza la canción de Silvio.
Lo harán siempre en el momento justo, cuando más dificultades se enfrentan; las jornadas son agotadoras; el sudor es mucho más que el asueto; el túnel es largo y la luz parece lejana. Todos, absolutamente todos estamos expuestos a la engañosa tentación de soltar la soga.
Aferrarnos a ella implica un ejercicio diario de autoconvencimiento y revisión, para detectar los síntomas del pesimismo, esos que poco a poco se puedan convertir en un mal mayor, y terminemos contemplando otras opciones muy diferentes a las que siempre hemos defendido. Las mieles de la rendición ofrecen, como toda capitulación vergonzosa, el premio de una paz efímera y las migajas de confort, que nunca alcanzarán para todos los rendidos. Pero cuidado, no se reserva para Cuba un futuro próspero y radiante como algunos suponen, pues si la resistencia acaba, hay planes sombríos para esta isla. Lo sabemos.