Sí, eran escuelas militares, pero bajo una disciplina formadora que no opacaba, con el rigor natural de lo marcial, nada de lo jovial, atrevido y soñador que implica la mocedad, aún en proceso de fragua de la personalidad, lapso de indecisiones permisibles, aunque dispuesto el carácter para ser hombres y mujeres de bien.
Jefe militar excepcional fue Camilo Cienfuegos, pero nunca lo abandonó la sonrisa ni la cubanía rellolla. Tal vez pensaron en el Héroe de Yaguajay los fundadores, hace 55 años, de las escuelas militares llamadas con su nombre, como estampa y condición de patriotismo y cabalidad, de Revolución y vitalidad.
«Ejemplo de centros formadores de jóvenes revolucionarios con preparación integral». Así las calificó este jueves, mediante Twitter, el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al evocar su fundación, el 23 de septiembre de 1966, por iniciativa del General de Ejército Raúl Castro Ruz.
Justo de Raúl nació la idea, que en un inicio contempló a los huérfanos de compatriotas caídos en la lucha de liberación, y luego, con una visión mayor, concibió la formación de una cantera que nutriera los centros de enseñanza militar con jóvenes preparados para emprender carrera como oficiales de las FAR.
«Raúl siempre ha tenido fe en los Camilitos, por lo que significan para la institución armada y el país», dijo una vez, en Holguín, Jorge Risquet, destacado combatiente y político cubano.
De los Camilitos, muchos llevan hoy charreteras de general y otros altos grados, y ocupan cargos de elevado rango, que junto a otros, igualmente preparados, son garantías de la defensa del país.
En los de ayer y en los de hoy vive el Héroe jovial que les dio nombre, y no envejece jamás, ni flaquea la temeridad y la pujanza, en zafarrancho ante el peligro, firme en la resistencia, como era Camilo entonces, tal cual sigue siendo Cuba.