El tanto de Isak en el 93′ rescata a la Real y neutraliza el golazo inicial de Parejo (3′), El empate deja a ambos más lejos del sueño de meterse entre los cuatro primeros.
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El Villarreal, al que le sobran empates (11 ya), tiene aquello que añora y muchas veces condena a la Real: pegada y, sobre todo, gol. Por eso al equipo de Emery le cuesta bien poco encontrar premio, en el minuto 3, y el de Imanol suda sangre para mantenerse a flote (al fin en el 93′). Esta vez, en La Cerámica, hubo empate cuantitativa y cualitativamente. Dos golazos, un punto para cada uno y reparto de frustraciones al entender que la Champions se pone en chino. Es cierto que ambos pisan las barbas de Barça y Madrid, pero con tal falta de fiablidad bueno sería amarrar la Europa League. Moralmente, el Submarino andará echando humo por no haber sabido aguantar en el descuento. La Real, al menos, suaviza la caída de los últimos meses, en los que se ha precipitado del liderato al vacío, como quien se lanza desde un rascacielos, y en los que, a su eliminación coper,a suma un dato que aún tiene a Imanol rodeado de debates: tres victorias en los últimos 17 encuentros. Parejo parecía esta vez el encargado de darle matarile. Isak, en la última jugada, le regaló un domingo de sofá y manta sin mirar el móvil.
El inicio fue trepidante, con dos equipos lanzados a tumba abierta. El arranque era como si, en vez de observar un partido de Liga, estuviéramos ante los últimos instantes de una prórroga con calambres y medias bajadas incluidas. Trigueros e Illarra no paraban de dar toques de corneta. El Villareal, con esa inercia positiva en casa (no conoce la derrota), golpeó sin avisar, tras una atlética carrera de Peña y un rechace que Parejo, desde la frontal, aprovechó para disparar un torpedo. El exvalencianista hace pocos goles feos. Imanol maldecía el arranque pero, lejos de achicarse, alentó a la Real hasta hacerse dueña del balón. Isak (8’ y 23’) y Monreal (40’) pudieron empatar en el primer tiempo como consecuencia de un juego vistoso al que suele faltarle la guinda. Aun así, el gran detalle antes del descanso lo dejó Alcácer, con un remate de tacón que mereció acabar en gol para que ningún resumen televisivo lo pase por alto con las prisas.
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La segunda mitad sirvió para confirmar que este Villarreal, solidario en defensa, con más músculo en medio campo que nunca (Coquelin fue la sorpresa) y picante en ataque pese a las numerosas bajas, depende demasiado de la magia de Gerard. Sin él no se da el salto de calidad que le demandan. En otra ocasión hubiera ido a por la sentencia. Esta vez, las fuerzas e ideas sólo le dieron para replegarse. Además, fueron minutos para que la Real se inquietase y aumentara su ansiedad. Portu (52’) e Isak (82’) tuvieron sendos gatillazos en el área pequeña. Hasta que Isak igualó, cuando ya pocos creían en el milagro. Justo en el momento en el que la afición txuri urdin miraba al calendario para recordar ese próximo 3 de abril donde pueda recobrar el ánimo en la final copera y vasca de La Cartuja. La depresión actual en el campo amenaza con contagiarse a la grada y, la verdad, los achaques de Silva, la salida de Willian Jose y la marcha triunfal del Athletic con Marcelino tampoco ayuda. Isak, más que un gol, les dio la vida.