El Sevilla se impone por la mínima al Huesca gracias a las espectaculares paradas de su portero que evitaron el empate de los de Pacheta.
Un delantero que marque y un portero que pare. A veces el fútbol es así de sencillo y con esta simpleza se puede explicar el triunfo por la mínima del Sevilla sobre el Huesca. Los de Lopetegui, que tuvo que ver el partido desde la grada por sanción, no estuvieron cómodos en ningún momento pero terminaron imponiendo su calidad, sobre todo en las áreas, para imponerse a los de Pacheta.
Hubo que esperar casi una hora para que el marcador se moviera. El gol sevillista llegó tras una combinación en la banda entre Aleix Vidal y Óliver Torres, que sirvió un centro templado para que Munir cabeceara a la red. Un tanto que llevó la firma de dos de los menos habituales en el conjunto nervionense, que asumieron la responsabilidad del ataque sevillista.
El partido había comenzado con el guión esperado desde la publicación de las alineaciones. El Sevilla introdujo seis cambios respecto al once que se impuso al Barcelona, mientras que el Huesca repitió alineación. Los aragoneses cerraron todos los caminos hacia su portería en un primer acto en el que todo el juego del Sevilla pasó por el Papu Gómez. Los pocos resquicios que dejó el Huesca en defensa, fueron resueltos a la perfección por Álvaro.
El gol de Munir hizo que la tensión sevillista, posiblemente fruto del cansancio, disminuyera. Y el Huesca hizo todo lo posible por aprovecharlo, pero se encontró con Bono. El internacional marroquí, sin trabajo durante casi la totalidad del partido, se vistió de héroe una vez más para negarle el gol por partida doble a Rafa Mir y sacar una mano prodigiosa a Sergio Gómez. Quizás mereció el Huesca el premio del empate, pero el Sevilla, hasta en sus días más grises, sigue imparable.