Joaquín y Seoane evidencian las carencias de un Eibar aún en fase de acoplamiento y ponen en alza a un equipo que arranca con buen pie la temporada.
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Un Huesca muy bien organizado y con las cosas claras fue capaz de superar sin demasiada dificultad a un Eibar en proceso de creación que fue de menos a más, pero que en ningún momento estuvo cerca de lograr los tres puntos. El pulso entre hermanos, dos equipos azulgranas, que acaban de bajar, de ciudades muy pequeñas y con campos que han quedado reformados aprovechando los ingresos de Primera, fue para el cuadro local.
El Eibar arrancó mal el partido. La diferencia con el estilo de Mendilibar se vio patente desde el primer minuto, teniendo en cuenta que los armeros defendían en su campo, algo muy poco frecuente hasta hace pocas fechas. El Huesca tocaba, atacaba, jugaba por bandas… Y tras un aviso de Nwakali llegó el gol de Joaquín en el minuto 21, que ganó fácil la espalda a Glauder. Nada sorprendente si tenemos en cuenta que en ése momento la posesión marcaba un abrumador 76 por ciento a favor de los locales.
Los armeros parecieron despertar tras el golpe, y se fueron en busca de la portería de Andrés con algo más de convicción, aunque sin mucho acierto. Así se llegó al tiempo de descanso. Espadas en alto y un equipo visitante que aún necesitaba creer en sí mismo.
Los de Garitano comenzaron la segunda mitad igual que acabaron la primera, y tanto Stoichkov como Fran Sol hicieron trabajar de lo lindo a Andrés Fernández en una doble y clara ocasión. Los locales parecían no querer buscar el segundo y se conformaban con el valioso botín de los 3 puntos entre dos equipos recién descendidos.
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Pero cuando mejor estaban los visitantes, un centro de Florian Miguel fue muy bien aprovechado por Seaoane en el 67 para hundir más a un Eibar al que aún le queda mucho por construir, tanto en ataque como en defensa.