El delantero uruguayo logró el tanto de la victoria en el 74′.
La Real Sociedad jugó mejor, pero no tuvo puntería. El VAR anuló un gol a Le Normand en el 95′.
Un gol de Maxi Gómez en la segunda parte le dio la victoria al Valencia en el Reale Arena en un partido en el que pareció injusto que la Real Sociedad perdiera. Pero el fútbol son goles. Y a pesar de su constante asedio, los txuri-urdin no fueron capaces de ver puerta, mientras que el equipo che aprovechó la única ocasión que tuvo tras el descanso, en un error en el balance defensivo del equipo local. Y a Maxi Gómez si le das media ocasión, no acostumbra a a desaprovecharla. Ya si Gayá le sirve un caramelo suculento como el que le puso tras recibir otro buen pase de Wass… pues te aniquila.
Y eso hizo el uruguayo. Machacar el dominio infructuoso de una Real que mereció empatar, pero que el VAR anuló bien su 1-1 de Le Normand en la última jugada del partido por una mano involuntaria de Aritz Elustondo previa al remate definitivo del francés. Ya dejaron los árbitros claro antes del inicio liguero que todas las manos dentro del área, por muy involuntaria que sea, que influyan de forma directa en la jugada se van a pitar. Y eso ocurrió. Gustará más o menos, pero para una vez que actúan en consecuencia a su mensaje, habrá que decirlo también.
Empezó la Real Sociedad con una marcha más el partido, mientras el Valencia parecía estar a verlas venir. Los donostiarras llegaban con cierta facilidad área de la portería de Jaume Domenech, pero las ocasiones no eran del todo claras y los realistas no encontraban la llave del gol. El equipo de Javi Gracia aguantaba bien posicionado y poco a poco se sacudía el dominio con balón de los realistas, saliendo rápido en ataque y generando incertidumbre en la defensa del equipo de Alguacil, al que no terminaba de gustar lo que veía sobre el terreno de juego.
La sensación era que el Valencia crecía según pasaban los minutos, mientras a la Real le costaba cada vez más dominar el encuentro y poner en liza el juego que busca siempre con balón. El equipo realista se fue diluyendo, mientras el Valencia llegaba al descanso de pie sobre la lona, aguantando entero el pulso que le habían propuesto.
Tras el descanso, Imanol Alguacil introdujo a Oyarzabal en el terreno de juego y la Real cambió de forma radical. Espectacular la metamorfosis de los realistas, que dieron un paso adelante con una presión alta que agobió al Valencia y le encerró en su área. Dominio total de los donostiarras, que acumularon llegadas, acercamientos con peligro y ocasiones claras sobre la portería de Jaume. Pero entre que la defensa del Valencia estuvo muy seria y que la puntería de los atacantes realistas brillaba por su ausencia, el partido se le iba escapando.
Y mientras, el plan de Gracia parecía que funcionaba. La idea era aguantar y aprovechar algún despiste de la Real, que iba a llegar con sus jugadores tan lanzados al ataque. Tuvieron uno en el repliegue defensivo, lo suficientemente grosería como para permitir al Valencia correr. Se juntaron los ‘buenos’ del equipo valencianista, Wass-Gaya-Maxi, y llegó la sorpresa con el 0-1. Cogieron a Gorosabel fuera de sitio, a Oyarzabal llegando Justo a hacer la cobertura y a Aritz anulando el fuera de juego. El gol fue como una bomba. Porque llegó cuando menos lo merecía el Valencia y cuando más atacaba la Real.
Pero no cambio el escenario del final. Agotando los cambios Imanol, su Real murió con la botas puestas, haciendo merecimientos como para, aunque sea, para empatar. Seguro que con aficionados la historia no hubiera sido igual. Y si el fútbol tuviera algo de romanticismo, el gol de Le Normand hubiera subido al marcador. Porque era de justicia poética que llegara, por lo menos, sobre la bocina. Pero el VAR, tan milímetrico y frio, le birló ese premio más que justo a la Real. Era de justicia el empate, pero también fue justo que el gol no subiera al marcador. Si hay mano, hay que pitarla. Pero el Valencia se llevó un botín quizá excesivo, sin desmerecer su trabajo, de Anoeta; y la Real deberá ensayar más la puntería, y reflexionar con la almohada como con tan pocos rivales le hacen tanto daño en las transiciones rápidas. Así es el fútbol.