El Atleti apabulla a un flojo Sevilla con doblete del neerlandés y golazo del francés.
Acercó En Nesyri, Rakitic erró un penalti, Carrasco y Morata cerrarían el marcador en la fiesta del Cholo.
Querido Luis, ha pasado tiempo desde la última vez, pero tenía que escribirte, tan lleno este Atleti-Sevilla de ti en un Metropolitano abrazado por una calle que lleva tu nombre y a cuyos pies se alza tu estatua en bronce. No había llegado el reloj al dos y Lemar olfateaba el desmarque de Memphis para dejarle solo ante Bono, pero al neerlandés le sobró un control y la ocasión murió sin que el portero del Sevilla estrenara los guantes. Pero ahí quedaba el aviso. De Memphis, en su primera titularidad. Con el estadio aún vibrando bajo esa emoción. Simeone que recogía una camiseta con el 613, su número de partidos al frente de la rojiblanca, uno más que tú. Tu nombre en la grada, en la cabeza y sobre el césped. Entregaba Luis. Tu hijo.
En Nesyri intentó replicar a Memphis casi en la jugada siguiente, con una contra que guió bien pero estropeó al final, al centrar demasiado fuerte para Ocampos. Fue un espejismo. Pasaría mucho tiempo antes de que el Sevilla volviera a cruzar la línea del centro del campo. Timorato y sin encontrar norte en salida de balón, se veía apabullado por los hombres del hombre de negro. El Atleti descosía con facilidad ese 5-4-1 con el que Sampoli aglutinaba hombres pero no tenía defensa ni centro del campo. Rakitic sufría, Gueye sufría, Nianzou parecía querer estar en cualquier otro lugar, pero no aquí, en el Metropolitano, ante un Atleti que arreciaba de muchas maneras.
Llorente, que estampó un balón en el palo, estiraba el equipo desde el lateral haciendo de Nahuel y Carrasco volvía a parecerse a Carrasco, lejos del de los últimos tiempos, su primo lejano. Lemar estaba en uno de esos días que explican los 70 millones. Vertical y pidiendo el balón con un catálogo de delicatessen, con giros, cambios de ritmo y pasos de baile. Como Griezmann. A los 22 minutos sólo se escuchaban aplausos altísimos en el Metropolitano. Y a la vez. Suso le regalaba un balón a Koke, Koke intuía a Griezmann y los Memphis-Grizi asomaban por primera vez de verdad con la rojiblanca. Pase milimétrico del francés para encontrar al neerlandés a la carrera entre los dos centrales. Llegaba como una exhalación para batir a Bono por bajo.
Cuatro minutos después, roba Llorente, entrega a Griezmann que se le devuelve para que encuentre a Memphis en la medialuna del área. Y, mientras todos corrían a su alrededor, y los centrales del Sevilla se sentían como un Buendía ante el pelotón de fusilamiento, el neerlandés paró el tiempo. Se acomodó el balón y rompió la red por la escudra. Era el minuto 26 y parecía empujar esa frase tan tuya. Ganar, ganar y volver a ganar. El Atleti de vuelta al dibujo con tres atrás, Witsel en su sitio y el juego bajo esa nueva piel tras el Mundial, con más mando, contundencia y velocidad a lomos de Koke. Y finalizado por los Memphis-Grizi. Uno es el todo, la creación, el futbolista que lo mejora todo; el otro parece tener todos los goles que faltaban.
No se iría el hombre de negro con felicidad completa al descanso aunque el doblete de Memphis le devolviera al tercer lugar en la tabla, por encima de la Real. Solo otra vez lograba cruzar el Sevilla la línea del centro antes del descanso. Se confió Giménez, se fió Hermoso, Witsel no llegó. En Nesyri regresaría a su campo con el botín del gol. Porque sin Reinildo al Cholo le falta defensa.
Doblete de Morata y penalti errado por Rakitic
Compareció el Sevilla tras el reposo, quizá empujado por ese gol jussto antes. Compareció y eso ya era noticia. Pero los papeles se invertían. El Atleti levantaba algo el pie, el Sevilla parecía haber recordado en las profundidades del Metropolitano que su deriva puede tener un destino, Segunda. Acumuló dos carreras como zarpazos al aire, todo a su alrededor un drama, tan perdido, tan pobre, tan vulnerable. Grizi agrandó la herida con un zapatazo para agrandar la herida. Fue zurdazo, fue golazo. Recibió en la frontal, miró, pensó y envió a la escuadra. Como antes Memphis. Para volver a enviar al Sevilla a la lona con un triple.
Ya no se levantarían los de Sampaoli. Ni cuando Rakitic se vio ante el punto de penalti para acercarse tras el 4-1 de Carrasco asistido por Barrios, ese chaval que, Luis, recuerda tanto al Torres que se afianzó a tu lado. Pero erró, pero la pelota se fue al palo. Y Gueye se iría con roja antes mientras Morata hundía más al Sevilla con otro doblete y el Metropolitano hacía la ola. Feliz, con una mirada al tercer anfiteatro siempre, en la fiesta del Cholo, querido y eterno Luis.
